Agarradas del brazo, las hermanas Lidia y Estela Villalba lloraban sin parar a la salida del velatorio de Diego Armando Maradona. Ambas llevaban la camiseta del club Boca Juniors y la bandera argentina sobre los hombros.
El dolor que reflejaba sus rostros resumía el que sentían decenas de miles de personas que desfilan este jueves ante el féretro que contiene el cuerpo de la leyenda del futbol, instalado en un vestíbulo principal de la Casa Rosada, la sede de Gobierno, en Buenos Aires.
Estela recordó los goles que marcó el capitán de la selección campeona en el Mundial de 1986 y se resignó por su pérdida, ocurrida la víspera a causa de un paro cardiaco. “La vida sigue porque desde arriba nos está mirando”, afirmó.
Una de las camisetas que se desplegaba sobre el féretro con los restos de Maradona era la de Boca — el club de sus amores — y que llevaba inscritos su nombre y el número 10.
Los visitantes arrojaron flores y camisetas de futbol de diferentes clubes por encima del largo parapeto que los separaba del ataúd cubierto por una bandera argentina.
Hombres y mujeres lanzaron besos al aire, se persignaron, se golpearon el pecho con el puño y gritaron “Vamos Diego”. Otros lloraron amargamente frente a la Casa Rosada, situada en la Plaza de Mayo, en el centro de la capital.
A las pocas horas que comenzara el interminable desfile de acongojados admiradores del Diez, el presidente Alberto Fernández colocó sobre el ataúd una camiseta del club Argentinos Juniors, el primero donde Maradona brilló como futbolista. Los ojos del mandatario estaban llenos de lágrimas.
También desplegó dos pañuelos pertenecientes a la organización Madres de Plaza de Mayo, usados por las líderes de derechos humanos para cubrirse la cabeza durante sus rondas en reclamo de la aparición de sus seres queridos desaparecidos durante la última dictadura militar (1976-1983).
El exfutbolista era muy cercano a las Madres y otras dirigentes humanitarias como las Abuelas de Plaza de Mayo.
Maradona falleció a los 60 años, dejando a sus compatriotas desconcertados por la pérdida de una figura a la que consideraban imbatible, pese a sus numerosos tropiezos de salud.
Su último adiós fue enturbiado por los desmanes protagonizados en la madrugada por varios hinchas impacientes por ingresar a la Casa Rosada.
Finalmente, los agentes pudieron contener los desbordes y ordenaron las filas de quienes iban ingresando al recinto oficial.
Mientras varios fanáticos esperaban tranquilos, deseosos de “agradecer las alegrías” que les dio Maradona, otros se quebraron al salir del palacio gubernamental y se preguntaron a los gritos: “¿Por qué lo dejaron morir?”
Nahuel de Lima, de 30 años y quien portaba muletas por sufrir una discapacidad física, pasó toda la noche en la Plaza de Mayo esperando a ingresar al palacio gubernamental.
“Él hizo que Argentina sea reconocida en todo el mundo; Diego es pueblo…hoy no importan las las camisetas, las banderas políticas, venimos a despedir a un grande”, afirmó De Lima a The Associated Press.
Los que esperaban su ingreso al recinto oficial llevaban cubrebocas debido a la pandemia del coronavirus, pero apenas guardaban el distanciamiento necesario.
La trabajadora social Rosa Noemí Monje, de 63 años, aseguró que ella y otros compañeros que supervisaban que se cumpliera el protocolo sanitario comprendían que “con la emoción que juega dentro de ellos es imposible pedirles el distanciamiento (…). Nos mantenemos respetuosamente y les vamos ofreciendo alcohol en gel y barbijos”.
La mujer también entró a despedirse de su ídolo. “Dije: ‘hasta la victoria siempre Diego’, contó entre lágrimas.
Un enorme mural con el rostro de Maradona, quien en los últimos tiempos se desempeñaba como entrenador del club Gimnasia y Esgrima de La Plata, fue pintado sobre las baldosas que cubren la plaza.
En el frente de la Casa Rosada se instaló un crespón negro gigante y en uno de sus balcones una pantalla que reproducía fotos emblemáticas del Diez.
El velatorio comenzó de madrugada con una ceremonia íntima para familiares, antes de permitir el acceso del público.
Allí estuvieron su exesposa Claudia Villafañe junto a las dos hijas que tuvo con Maradona: Dalma y Gianinna.
Luego ingresó Verónica Ojeda — también expareja del exfutbolista — junto al hijo de corta edad de ambos, Dieguito Fernando.
Jana, a la que Maradona reconoció como hija años atrás, también participó en el velatorio familiar.
Luego lo despidieron sus compañeros de la selección campeona del mundo en Mexico 1986, entre ellos el exdefensor Oscar Ruggeri. También figuras del fútbol argentino como Carlos Tevez, capitán de Boca.
El presidente Fernández dispuso tres días de duelo nacional. Se prevé que a las 16:00 horas de Argentina finalice el velatorio.
Maradona falleció en la vivienda de las afueras de Buenos Aires, donde se había recluido para recuperarse de una operación de edema craneal el pasado 3 de noviembre.
La autopsia al cuerpo determinó que la causa de la muerte fue una “insuficiencia cardíaca aguda en un paciente con una miocardiopatía dilatada, insuficiencia cardíaca congestiva crónica que generó edema agudo de pulmón”.
El exastro fue operado del edema tras haber sido internado en otra clínica por una descompensación provocada por la ingesta de psicofármacos y bebidas alcohólicas. Ese último problema de salud en su agitada vida fue foco de atención permanente en Argentina y en otras partes del mundo.
Maradona era visitado diariamente por familiares y un psicólogo y un psiquiatra. Un enfermero lo atendía de forma constante.
El exjugador de Barcelona, Napoli y Boca Juniors sufrió distintos problemas a lo largo de su vida derivados en gran parte de su adicción a las drogas, especialmente a la cocaína. Tras su retiro, estuvo al borde de la muerte en 2000 y 2004.